«Nutrid mi carne, adiestrad mis brazos, hacedme aunque sea entrever el paraíaso y armadme para llegar a él y no temáis luego, aunque volvaís a colocarme en el desierto, que permanezca estático; yo, con lo que me habéis dado, procuraré abrirme caminos hacia la tierra prometida. Y si caigo en la marcha, ¿no veis que […]