Agustín Ferreiro Reflexiones acerca de un informe de su visita a una escuela rural.

Julio Ibarra Acosta I  Maestro Coordinador del CAPDER. Lavalleja

Mucho se ha escrito sobre el pensamiento y la obra de Agustín Ferreiro.

A partir de la publicación de su libro La enseñanza primaria en el medio rural, producto de su participación  en el Concurso Anual de Pedagogía de 1936, su figura fue resaltando en el panorama de nuestra pedagogía al punto de transformarse en un referente ineludible de los educadores uruguayos.

Su modo particular de ver la vida escolar ha sido ejemplo para el accionar de generaciones de maestros que ven en sus aportes el insumo necesario para muchas de sus prácticas, gracias a su pensamiento plenamente vigente.

Dedicó  toda su vida  y su obra a la enseñanza, que luego se trasuntó en hechos concretos como lo fueron, entre tantas acciones, su proyecto de escuelas granja y su participación en el emblemático Congreso de Maestros Rurales de 1949.

La percepción de la realidad rural de su tiempo y del hecho educativo la recoge a través de una experiencia acumulada en el devenir de intensos años de trabajo como maestro e inspector, lo cual lo lleva a afirmar sin vacilaciones: “Arriba pues, maestros: un colega vuestro cree haber hallado un senda capaz de conducir a una pequeña verdad; no es grande, no es deslumbradora; pero fue recogida en las escuelas de nuestros campos”.

(Ferreiro, 2010:30)

Y es en este marco que, en 1925, con solamente 32 años, Ferreiro llega en el rol de Inspector a la Escuela Rural Nº 41  de Poblado del Sauce, Lavalleja, hecho que queda reflejado en el informe que él escribiera con motivo de esa visita, y que se encuentra en perfectas condiciones de conservación en el archivo de esta institución.

En un estilo claro y directo, con una caligrafía propia de la época, Ferreiro comienza describiendo las penosas condiciones de un rancherío rural de aquel tiempo, con las características que lo identifican.

“Es  un poblado constituido en su mayoría por ranchos misérrimos. Sus habitantes tienen medios de vida sólo en una época del año: la época de las esquilas (…) Dista  30 kilómetros de la estación ferroviaria denominada Retamosa, (1) con vías de acceso intransitables en la mayor parte del año.”

(Ferreiro, 195)

Es removedor apreciar, en la breve descripción del poblado, la agudeza de las observaciones que realiza sobre el contexto que rodea a la escuela y que encabezan el informe, coincidiendo con la visión que en la época se tenía del lugar.

“Del Sauce a los Molles, muchos ranchos cacundas, desgarbados y chiquitos, desafiaban el horizonte, agobiados de soledad. Inermes. Sin el complemento de gallineros pletóricos, sin la gala de las quintas. Sin carros, sin herramientas, sin corrales, sin el hervor opulento de las viviendas esperanzadas… Pobreza triste y fatigada de las mujeres, ocupadas siempre en lavados interminables. Ausencia continua de los varones adultos, braceadores en los bretes, “agarradores” de sol a sol en las esquilas, alambradores, monteros, sancochotes de potrillos mansos…”

(Dossetti, 1966:20)

Sin dudas, el Poblado del Sauce, Aramendia en la actualidad, es uno de los tantos casos de rancheríos, que poblaban nuestros campos, sobre todo en zonas de ganadería extensiva como la que se menciona, que quedaron producto de la conocida como primera modernización que, con el alambramiento de los campos, defeccionó en estos verdaderos bolsones de pobreza. Con el paso de los años, un sinnúmero de éstos ha desaparecido, y otros, como el caso mencionado en este artículo, siguen resistiendo a través del tiempo.

Curiosamente en este caso, el local escolar, tal vez en forma excepcional, no lo constituía un rancho; por el contrario, era un edificio construido expresamente para escuela, que hacía muy poco tiempo había sido donado junto a 13 hectáreas de campo por el Sr. Pedro Aramendia, poderoso hacendado de la zona.

De todos modos, Ferreiro  basa sus observaciones, más que en lo expresamente edilicio que apenas es mencionado, en la influencia nefasta de lo que en el informe llama “la miseria del medio social con su cortejo de malos hábitos” (Ferreiro, 1925), bajo cuyos efectos poco y nada podía hacer un maestro por mejor local que tuviera la escuela.

Ante esta adversidad social que de alguna manera identifica al rancherío como una realidad única, es que explicita, en una frase culminante del informe lo que luego sería parte neurálgica de su pensamiento y de toda una época de la pedagogía nacional.

“Sería conveniente darle a este establecimiento una organización marcadamente industrial. Es necesario crear hábitos de trabajo en esta gente y hacerlos más aptos para explotar la riqueza circundante. Es el único medio de sanear este poblado”

(Ferreiro, 1925)

Es sorprendente que en un párrafo de algo tan cotidiano como el informe de un inspector a un maestro, puedan reflejarse tantos ideales.

Indudablemente se puede afirmar que en la mente de un joven Agustín Ferreiro ya palpitaban sus ideas de escuela granja, como medio de  cambio a una  realidad social.

La apuesta al trabajo como remedio no sólo  de la realidad escolar tradicional, sino como lo que él entendería como escuela, extendiendo este concepto a todo el poblado y sus alrededores, así como considerar alumnos a cada uno de sus habitantes, es francamente visible en esta afirmación.

“Brotaban sin cesar las granjas, zumbido de colmenares, fabulosas ubres, millares y millares de gordos gusanos devorando morera, olor a manzanas, gruñidos de cerdos satisfechos, alborotos de postura en los gallineros, limpias casas, ventanas floridas, fiestas de percales. ¿Dónde el dolor y la miseria del campo? ¿dónde el rancherío y dónde la hojarasca humana del arrabal?”

(Ferreiro, 2010)

Quiso el tiempo que una de las primeras escuelas granja de aquel proyecto que la genial mente de Ferreiro imaginara, fuera precisamente la que nos ocupa.

Justo es decirlo también que, como todas, padeció las consecuencias del desmantelamiento que este proyecto sufrió tiempo después.

Lo interesante es que en la memoria colectiva de la gente queda grabada nítidamente, aún hoy, la acción de la escuela en esa época de esplendor en la cual su accionar, de la mano de inolvidables maestros, permanece vivo en el recuerdo de viejos vecinos del entorno.

Al finalizar el informe justifica el esfuerzo que tuvo que realizar para desarrollar la tarea de ese día, dejando entrever el enorme respeto que tiene por los maestros y el trabajo que estos desarrollan en cada escuela.

“Esta escuela fue la última etapa de una gira larga y accidentada. Fatigado, física y mentalmente me fue imposible realizar mi trabajo en condiciones normales. En mi próxima visita, formularé mi juicio  aunque debo adelantar que llevo muy buena impresión de la Sra. Maestra.” (Ferreiro, 1925)

Sin duda, en esta conclusión se encierran muchos de sus pensamientos al culminar su obra  La enseñanza primaria en el medio rural  cuando, refiriéndose a los maestros, expresa:“…los siento en mi espíritu como verdaderos héroes, soldados de vanguardia que van al sacrificio enfrentando el desierto, casi inermes, para vivir y luchar en él sin apoyos, sin contactos…, muchas veces, al retirarme de una escuela, después de haber desenvuelto toda mi capacidad de trabajo, me sentí avergonzado de no ser tan grande como ellos.”

(Ferreiro, 2010:202)

Esta oportunidad de leer al gran pedagogo desde otra perspectiva,  nos permite visualizar la vigencia de su pensamiento que trasciende a su tiempo y tiene renovada vigencia en el presente.

“Los medios rurales ya no son los mismos, la pedagogía rural ha tenido un devenir histórico con una vasta producción teórica y práctica,  las políticas educativas hacia el medio rural han pasado por períodos prolíficos y grandes quiebres, las teorías y técnicas didácticas han pasado por múltiples etapas, la circulación del conocimiento ya no depende sólo del texto impreso; aún así Agustín Ferreiro tiene mucho por decir.”

(Santos)

Poblado Aramendia en la actualidad

El pequeño poblado de poco más de doscientos habitantes sigue adelante con una historia de más de cien años, desafiando su destino.

Sus habitantes, humildes, sufridos y sencillos continúan resistiendo en un lugar donde la adversidad – condicionada por la falta de empleo, la dificultad de acceso y de llegada de servicios entre otras condicionantes – ha sido la constante a lo largo de los años.

La escuela continúa su labor con el desafío renovado ante otros tiempos y otra realidad, con la particularidad de ser el referente válido para una comunidad que la sigue considerando punto neurálgico de un lugar, en el cual la educación pública ha sido un bastión de permanencia sustentable a lo largo de los años.

La estoicidad de sus habitantes ha hecho que el pequeño caserío, casi imperceptible en la inmensidad de los campos, permanezca enhiesto y haya tenido mayor suerte que otros poblados cercanos que desaparecieron víctimas de éxodo rural.

Cuántas diferencias, pero tal vez cuántas similitudes tiene la realidad de hoy con la que describió Agustín Ferreiro en aquel lejano día en que el destino quiso que llegara a ese lugar.

No es fácil saber cuánto puede haber incidido la experiencia de aquel día en sus ideales y su pensamiento, pero las impresiones que registró marcan claramente que una nueva imagen de Escuela Rural, productiva, emprendedora y desafiante, ya estaba presente en el imaginario de este maestro emblemático que tanto aportó a nuestra pedagogía.

Y mientras tanto, patria adentro, los pequeños pueblos sin historia padecen y esperan una quimérica redención. O tal vez no esperan nada: indiferentes, amodorrados, enceguecidos por el sol, de bruces sobre la vieja tierra, siembran a los cuatro vientos la ceniza banal de su destino”.

(Vidart, 2012:275)

………………….

(1)     Estación Retamosa, Km. 278 de la vía férrea a Treinta y Tres (localidad perteneciente a Lavalleja), Ferreiro la toma como referencia geográfica de la Escuela Nº 41. Basta pensar que en aquellos años, el latir de la zona palpitaba en torno a las pujantes vías del ferrocarril,  las cuales significaban el único centro de contacto entre los lejanos puntos del país. Hoy, ese cometido lo cumplen las rutas nacionales que  desplazaron a las estaciones a un triste olvido. No es aventurado pensar que ese pequeño andén de una humilde estación en el medio de la campaña del entonces “Departamento de Minas” haya visto llegar a un joven Agustín Ferreiro cumpliendo funciones de Inspector.

Bibliografía

DOSSETTI, Santiago (1966) Los Molles Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental

FERREIRO, Agustín (1925) “Informe de visita a la Escuela Rural Nº 41 de Poblado del Sauce”

FERREIRO, Agustín (2010) La enseñanza primaria en el medio rural. Montevideo. Ministerio de Relaciones Exteriores, Consejo de Educación Inicial y Primaria, Consejo de Educación Técnico Profesional. 5ª edición.

SANTOS, Limber (2010) “Prólogo” en A. Ferreiro La enseñanza primaria en el medio rural. Montevideo. Ministerio de Relaciones Exteriores. Consejo  de Educación Inicial y Primaria, Consejo de Educación Técnico Profesional. 5ª edición.

VIDART, Daniel (2012): Uruguayos. Quiénes somos, cómo somos, dónde estamos. Montevideo. Ediciones B.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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