Una expectativa promisoria

Por Ley 10.513 de agosto 22 de 1944 fueron destinados noventa mil pesos para iniciar trabajos prácticos de enseñanza agraria en las escuelas rurales que designe el Consejo Nacional de Enseñanza Primara y Normal.

Era, como puede apreciarse, una suma demasiado modesta para basar en ella una gran ambición, pero asimismo suficiente para realizar un ensayo que arroja como “valor a caja”, una experiencia y orientación positiva. En eso se está.

Desde el momento mismo en que se dispuso de esa suma con tales fines, para el Consejo de Enseñanza, el primer problema fue gastar ese dinero de manera tal que él diese el mayor rendimiento escolar asequible. Fue así que, de las diversas soluciones que alcanzaron el centro de la atención, se optó por el proyecto elaborado y fundamentado por el señor Vice Presidente del Consejo, don Agustín Ferreiro, consistente en habilitar cuarenta escuelas rurales del país para realizar la experiencia de Escuelas Granjas. Veinticinco de esas Escuelas están funcionando ya.

El ideal, la realidad y la ambición

Desde luego que si el legislador, al sancionar la ley, sabía que no realizaba con ella la reforma agraria, el Consejo de Enseñanza, a su vez, al practicarla, no ignoraba la realidad social de nuestros medios rurales.

Aunque se trata de un impulso idealista -siempre lo es el que atiende a la enseñanza-, no se actúa en el mundo de la ilusión.

Con los modestos recursos puestos a su alcance por la ley y con cabal conocimiento de las dificultades que presenta el medio en que está radicada la acción, el Consejo de Enseñanza sabe hasta dónde puede alcanzar ésta. Más, está dispuesto a no descuidar esfuerzo o detalle para que el rendimiento alcance el máximo asequible.

Naturalmente – y cualquiera sea lo ulterior- había un valor absoluto a realizar: los niños de cuarenta poblaciones rurales del país tendrán la oportunidad de ponerse en contacto con la tierra en pleno laboreo y experimentar si tienen vacación y aptitudes por las tareas agrarias.

Luego, si comprueban que en realidad tienen esa vocación y aptitud – o si en ellas se desarrollan ambas, – la misma Escuela Granja, les proporciona los conocimientos necesarios y las nociones más científicas al alcance del país, para seguir su vocación.

Ahora bien, eso es ya un valor absoluto, o un punto de partida, o un crecimiento, que, como el de la enseñanza primaria, que también se le proporciona, podrá o no utilizarse en el futuro, pero que no se pierde para el sujeto que lo posee.

Un modesto elemento de dinámica social

Más, sin esfuerzo, puede reconocerse a la experiencia, otros rendimientos probables. Si, por ejemplo, de cada una de esas cuarenta Escuelas Granjas egresan, todos los años, diez o veinte mozos fuertes, que saben laborar la tierra y que la aman, de hecho, por su sola presencia social, esos hombres plantean una demanda de tierras para producir y realizar sus vidas; y socialmente considerado, el hecho es dinámico, por cuanto se traduce en un motivo o impulso más para afrontar y resolver los graves problemas agrarios que tiene el país.

De las tres sentencias – “la tierra para el que la ocupa”, “la tierra para el que la trabaja” y “ la tierra para quien sebe trabajarla”, según la fórmula feliz del autor del proyecto que se practica, la primera corresponde a la etapa de la fuerza; la segunda, al momento en que la conciencia social empezó a esclarecerse; la tercera ha de ser valor aceptado en toda sociedad que reconozca estas dos cosas sencillas e inmensas: que la tierra y el trabajo del hombre son sagrados y no deben desperdiciarse.

Preparando los equipos

Por supuesto, no se han dejado de recordar las desdichas posibles; por ejemplo, que de esas cuarenta Escuelas Granjas empiecen a egresar mozos con vocación agrícola y aptos para trabajar la tierra, que luego se encuentren sin tierra para trabajar.

Más con el elemental y discreto optimismo implícito en la acción, sin olvidar al enemigo, se ha preferido actuar en función de este razonamiento: que mañana mismo puede quedar sancionada la Ley de Reforma Agraria, ya madura, o madurando, en tantos espíritus y que si ese feliz suceso se da, no tomará al país de sorpresa, pues, en cuarenta Escuelas Granjas, hoy, y seguramente en ochenta mañana, centenares de niños y jóvenes se están preparando para tomar a su cargo el laboreo de la tierra con amor y pericia.

Laboratorios de pedagogía rural

Otro rendimiento absoluto del ensayo de Escuelas Granjas que se está realizando es el siguiente: de hecho y funcionalmente, esas Escuelas constituyen verdaderas clínicas o laboratorios, donde se están realizando interesantes observaciones y experiencias en la pedagogía de la Escuela Rural. Muchas de las teorías, nociones o intuiciones que se apliquen o experimenten, resultarán, sin duda, ineficaces y desechadas; más, muchos otros triunfarán en la experiencia y podrán se generalizados y utilizados en todas la escuelas rurales del país.

Ahora bien; los mismos ensayos que no arrojen resultados positivos, también importarán experiencias útiles: precisamente porque, para lo sucesivo, ya no se invertirá dinero ni esfuerzos, ni esperanzas en lo que se haya debido desechar.

Un serio compromiso

Como habrá podido apreciarse, las posibilidades de resultar eficaces se han calculado con sobriedad y realismo. Más, aún así, – o acaso precisamente por eso- no se ignora que el funcionamiento, a título de ensayo de esas cuarenta Escuelas Granjas importa un serio compromiso, contraído por el Consejo de Enseñanza y todos los maestros que intervienen en la peripecia, con la Escuela Uruguaya y especialmente con la Escuela Rural.

En efecto, si ese ensayo de Escuela Granja, resultara fallido, no sólo la Escuela Uruguaya habría perdido una oportunidad de enriquecerse y ampliarse, sino que la Escuela Rural, que tan ahincadamente busca vía para asegurar su eficacia, vería desaparecer una seria y fundada esperanza de alcanzar su propia sustantividad.

Un buen síntoma

Como síntoma que permite ser optimista con respecto al destino de la experiencia, además del crecido número de exalumnos que concurren a ellas, cabe señalar la buena voluntad con que los vecindarios han recibido la transformación de la Escuela Rural, común, en Escuela Granja. Así, por ejemplo, muchas de las Escuela habilitadas, que no reunían desde el primer momento todas las condiciones necesarias para desarrollar el plan, han recibido serias mejoras, en muchos casos, por la colaboración de los vecinos.

Cómo funcionan las Escuelas-Granja

Cada Escuela Granja cuenta con el siguiente personal:
Directora o Director (y los ayudantes que le correspondan) para la enseñanza primaria; además, en ellas, los trabajos agrarios, son dirigidos por un práctico agrario, asistido por un peón.

La orientación técnico-económica ha sido trazada por ingenieros agrónomos, delegados del Ministerio de Ganadería y Agricultura que han visitado todas las Escuelas Granjas. A su vez la Directora de la Escuela, Jefe de todo el establecimiento, tiene a su cargo un curso práctico, que funciona tres veces por semana, de capacitación de la mujer para el trabajo y la vida rural.

Ese curso se da a las niñas que ya han hecho el ciclo escolar, fuera de las horas en que funcionan las clases primarias; y entre otras, ese curso postescolar a las niñas, tiene la ventaja inmediata de retenerlas por mayor tiempo vinculadas a la Escuela, que, en muchas poblaciones rurales, es el único centro de cultura y de inquietud humana.

1945

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